FÉLIX R. CHACÓN | EL UNIVERSAL
sábado 30 de octubre de 2010 01:26 PM
A Nakai-San, así le decíamos sus amigos, empleados, colegas clientes, lo conocí en 1987. Llegó al país muy joven, y decidió hacer de Venezuela su tierra para vivir, fundar familia, trabajar, trabajar y trabajar, y finalmente morir acá entre venezolanos.
Nakai-San formaba parte de una de esas formidables compañías japonesas conocidas como Sogo Sosha, "General Trading Company" (compañía de comercio exterior), las cuales han sido un pilar fundamental de la economía japonesa al ser su principal función, la comercialización de una amplia gama de productos y materiales, además de ser parte fundamental de su negocio, actuar como bancos de inversión. Estas compañías mantienen oficinas en cientos de ciudades alrededor del mundo, así como una formidable fuerza de venta encargada de procurar los productos y negocios necesarios para Japón, pero a la vez de vender los productos japoneses demandados en el mundo. Por ejemplo, los Sogo Soshas procuran todo tipo de productos agrícolas y agroindustriales, madera, minerales, tecnología, servicios financieros, plantas industriales, químicas, textiles, y en sí casi cualquier producto, bien, y servicio.
En Venezuela, la compañía para la cual trabajó Nakai-San, hizo especiales aportes en las áreas del aluminio, salud pública, y el sector eléctrico, entre otras. En aluminio, fue parte del grupo de socios japoneses que formaron y compraron aluminio a Alcasa. En salud pública, suplía las materias primas para formular insecticidas caseros, y más importante aún, insecticidas para combatir vectores causantes de enfermedades, pero también ofrecía la asesoría técnica y científica. En el plano eléctrico participaron en muchos proyectos para esparcir la electricidad por el país. En especial me comentó el tendido de las torres de transmisión de electricidad desde Anaco hasta Barquisimeto.
A pesar de la poca oferta exportadora no tradicional del país, Nakai-San desarrolló un negocio que trabajaba con especial orgullo, la venta de cacao venezolano para los más renombrados fabricantes de chocolate en Japón. Esa experiencia dio pie a que luego nacieran, negocios en café verde, semilla de ajonjolí, y se desarrollara un negocio de exportación a largo plazo para aceite de ajonjolí venezolano.
Uno de los mejores clientes de Nakai-San fue Agroisleña-Insecticidas Internacionales (Inica), que importaban, almacenaban, formulaban y vendían insecticidas para combatir enfermedades como la malaria y el dengue.
Nakai-San, con sus maneras suaves, incuestionable honestidad, gran capacidad de trabajo, y facilidad para relacionarse a pesar de su timidez, dejó una huella imborrable en Venezuela a través de su compromiso y agradecimiento personal para con el país que generosamente lo acogió luego de una cruenta guerra.
Saludo a Nakai-San, un extranjero sencillo y humilde que vivió y murió entre nosotros, y que ayudó a hacer este país, y quien nunca reclamó un ápice de reconocimiento.
Sayonara, Nakai-San
frcint@yahoo.com
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lunes, 27 de diciembre de 2010
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